«Construyendo Una Nueva Normalidad Para La Mujer En RD».

En la película “El Planeta de Los Dinosaurios” hay una escena en la que uno de los tripulantes, luego de acabar con todos los dinosaurios dice: “crearemos una nueva civilización”. Sin embargo, en la última escena se ve cómo los humanos se han adaptado al planeta, pero la civilización sigue siendo la misma.

La imagen muestra a la mujer atendiendo la casa y los niños que han nacido en el nuevo hogar. Tal vez se pregunten, ¿y eso que tiene que ver con el tema?

Tiene que ver mucho. A mediados del año pasado nos acostumbramos a decir que queríamos volver a la normalidad.

En medio, surgieron voces como las de colectivos feministas que aseguraban que deseaban una nueva normalidad. Previo a la pandemia, en el país vivían más de 1,168,000 personas con discapacidad, de acuerdo al Censo Nacional de Población y Vivienda de 2010.  Es decir, el 12.3 por ciento de los dominicanos viven con alguna condición física, sensorial o neurodivergente.

Los niveles de desigualdad en torno a este 12.3 por ciento son altos. Por ejemplo, seis de cada 10 personas con discapacidad carece de empleo, chiripa, picoteo o cualquier forma de ingresos.

De quienes están sin empleo, más de 300,000 dicen que la causa de no estar laborando se debe a las dificultades para movilizarse de un punto a otro de la ciudad de manera autónoma.  Y en cuanto a lo académico, 16 de cada cien personas con discapacidad carece de algún tipo de instrucción. Solo el 15 por ciento termina la educación media, solo el 6% concluye la universidad y 0.4% concluye un posgrado.

Como ven, la vieja normalidad tenía grandes dinosaurios atacando la autonomía y la productividad de las personas con discapacidad. Sobra decir que a todos estos indicadores se suman los altísimos niveles de pobreza en los que viven los hogares.

La situación es muy fuerte ¿verdad? Ahora sumémosle los dinosaurios que amplían la desigualdad por cuestión de género.

Si ya existe techo de cristal, violencia machista, trato desigual entre hombres y mujeres; agreguemos discapacidad a ese coctel. El resultado es un trago difícil de digerir, pero que está ahí.

Los desafíos de las mujeres que viven con alguna condición física, sensorial o cognitiva van desde la sobreprotección hasta la pérdida de autonomía en sus cuerpos. Un estudio diagnóstico realizado por el Círculo de Mujeres con Discapacidad arrojó datos que parecieran sacados de una pesadilla o del cine de terror.

De las mujeres encuestadas, el tres por ciento dijo que fue obligada por sus familiares a utilizar métodos abortivos. Y 17 de cada cien mujeres con discapacidad han sido esterilizadas por decisión de familiares o médicos.

Es decir, los niveles de violencia empiezan en el espacio de seguridad. Los dinosaurios duermen, comen, conviven con las mujeres que tienen discapacidad.

Los datos del estudio señalan que el 47 por ciento de las mujeres encuestadas concluyó una relación por conductas violentas de sus parejas. Y el uno por ciento adquirió la discapacidad a causa de la violencia machista:

Un marido que golpeó hasta desprender la retina, un ex que mandó a tirar ácido del diablo y otras tantísimas situaciones generadoras de discapacidad. Es inconcebible que más del 85 por ciento de las mujeres vivan con miedo a que sus ex parejas les agredan de algún modo.

Y Respiremos un segundo. Vayamos a otro tipo de drama.

Mucha de la violencia que soportan las mujeres en sus hogares tiene que ver con la dependencia económica. Es lo mismo que tradicionalmente les ha ocurrido a otras mujeres que sufren de parte de sus parejas o familiares: carecen de autonomía financiera.

En general la Población Económicamente Activa que tiene alguna discapacidad   es menor a la población que vive sin alguna condición física, cognitiva o sensorial.  Solo el 38 por ciento de las personas con discapacidad en edad de trabajar es económicamente activa.

Eso significa que: tiene empleo, produce de alguna manera o tiene las condiciones para poder generar ingresos.

Dicho de otro modo, aunque las mujeres son más del 55% de la población total que vive con discapacidad, la data disponible no es siquiera equivalente. Esto es prácticamente un tiranosaurio rex, en cuanto a desigualdad.

Quiero precisar dos cosas que también forman parte de la discriminación. La mayoría de los datos que he citado, en su mayoría son de hace más de cuatro años y han sido recogidos por organizaciones de la sociedad civil. Es decir, desde los organismos del Estado históricamente ha existido una colaboración con mecanismos que invisibilicen a las mujeres con discapacidad.

Es claro que, si no se estudian las poblaciones, no se levanta data fiable o no se diseñan instrumentos para medir las condiciones de vida de las poblaciones, se desconocerá la realidad de las mismas.

Como ven, los dinosaurios a los que nos enfrentamos las mujeres, con o sin discapacidad, son muchos.

Pero lo que nos toca es vencerlos, mediante políticas públicas que incluyan a todas y que nos involucren a todas. Con alianzas entre Estado y sociedad civil y claro, mediante educación preventiva y un régimen riguroso de consecuencias a la vulneración de derechos.

Con acciones claras, inclusivas y participativas, seguro que construiremos una nueva normalidad. Porque, como dice la canción de Charlie Garía: Pero los dinosaurios van a desaparecer.

¡Gracias!

      Auditorio y participantes del evento.

Fundación Francina

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